Araceli Navas, vocal de las matronas del Col·legi d’Infermeria de Balears (COIBA) advierte de que el problema irá a más y lanza la voz de alarma: «en cinco años, más del 20 % de la plantilla se jubilará».
Si bien es cierto que tanto el col·legi como de la Asociación Balear de Matronas tienen en estos momentos hay «un diálogo activo con el IB-Salut», con el que creen que se ha tomado conciencia de la situación, todavía se espera a conocer qué actuaciones se llevará a cabo para paliarla.
«Esta escasez es prevalente en el tiempo pero se ha visto acentuada a causa de la COVID», explica Navas. En este sentido, recuerda que la formación EIR empieza y termina el mes de mayo pero que, debido al confinamiento se retrasó al mes de septiembre. Así pues, pasados dos años, las matronas ya formadas no han podido ayudar a cubrir los descubiertos de este verano como en otras ediciones y eso ha repercutido en la carga asistencial de la plantilla.
Pero el problema también es estructural, pues históricamente venían refuerzos de la Península y con la pandemia hay pleno empleo y no existen los incentivos suficientes para desplazarse. Por otra parte, explica Navas, «entre los años 1987 y 1995 las escuelas de matronas cerraron por un problema de convalidación de homologación de títulos con Europa, y hay un vacío», señala. El colectivo está envejecido y las jubilaciones repercutirán en el sistema nacional de salud en los próximos cinco años.
Navas reconoce que la conselleria ha incrementado dos plazas para la especialidad de matrona pero siguen siendo insuficientes. «A nivel estatal el año pasado se ofertaron 420 plazas, y este año 437, son 17 más lo cual no tiene una repercusión real para cubrir el recambio generacional».
Las especialistas que están en plantilla han tenido que tirar de horas extra para no dejar servicios al descubierto, lo que ha generado un notable cansancio. «Hay que dar estabilidad laboral y mejorar las condiciones para que sientan su esfuerzo valorado. Los años han pasado factura y hay un desgaste acumulado. Necesitamos una esperanza, una respuesta para que se puedan mantener las competencias», explica.
Las opciones que hay sobre la mesa pasan, dice, por cuidar la situación profesional, dar estabilidad a quien trabaja, mejorar las condiciones y hacer un llamamiento a la Península con buenas condiciones para que vengan a un destino atractivo. «Hay que hacerlo, con las que tenemos aquí no llegamos», concluye.